jueves, marzo 19, 2009

Feliz día del padre

Sí señor.
Este hombre de la izquierda es mi padre.

Mi padre es un señor serio, bajito, tripudo, con los ojos verdes, pelo castaño, y sordo.
De hecho, se puede apreciar el aparato en su oreja izquierda, que hace posible que más o menos se entere de lo que pasa a su alrededor.

Mi padre es un señor de 53 años, soldador de profesión, y responsable de un taller de metalurgia. Responsable en todo lo que hace, dice, e incluso en lo que piensa.

Mi padre nació en un pequeño pueblo de la alcarria conquense. Mi padre nació en Caracenilla, en su casa, hijo de Celia y Ambrosio. Tuvo 5 hermanos, aunque 2 murieron siendo niños. De pequeño ya trabajó en el campo, con su padre.

La familia al completo se mudó a Madrid cuando él tenía aproximadamente 7 años. Aquí nació su único hermano pequeño, Miguel, con el que trabaja en la actualidad en el taller.

Mi padre estudió lo justo, tampoco había muchas opciones. Yo ahora vivo cerca de donde vivió él por un tiempo, el barrio de la Fortuna. A veces, cuando viene por aquí, me cuenta la historia de que él y su hermano pequeño, cuando iban al cole, se guardaban el dinero del autobús para luego comprarse caprichitos, cromos y comics.

A los 15 años conoció a Pepa, mi madre. Muy jóvenes se hicieron novios, se compraron una casa en Fuenlabrada, y se casaron. Mi padre cuenta que la vió por la ventana, tan morena, con el pelo negro, y se enamoró.

Cuando ya tenía 29 años, nací yo. Mi madre recuerda, con lágrimas en los ojos, los primeros reyes que yo tuve. Recuerda el salón de mi casa lleno de cachibaches, y mi padre abriéndome los regalos, completamente emocionado. Él, de niño, nunca tuvo regalos de reyes. El detalle más grande que recibió fué un trozo de chocolate negro.

Mi padre siempre ha sido un hombre muy sosegado, pero firme. Nunca ha contado un chiste. Nunca me ha contado un cuento. Mi padre suele tener la expresividad de una patata.

Este hombre no me suele llamar por mi nombre. De pequeña me ha llamado "Prrrrrrrrrrrrrreciosa", "Lupita". Pese a mis insistencias, jamás me ha llamado Isa. De vez en cuando me llama Isabel.

Aún con su seriedad, le gusta tocarle los cojones al personal. No pierde la oportunidad de chuparme la cara, porque sabe que me molesta, o quedarse mirándome fijamente durante minutos, y minutos para desesperarme, y estallar en carcajadas. O pellizcar a mi madre. O hacerse más el sordo cuando no le interesa lo que le contamos.
Aún con su seriedad, es un cachondo mental. Se levanta mientras estamos comiendo para coger una cerveza, y pasa bailando por el salón, canturreando.
Aún con su seriedad, un día se fué a mi armario, cogió mis pantalones, mi sudadera, mi abrigo, mis gafas de sol y mi bolso, y salió disfrazado de mí, imitándome.
Aún con su seriedad, los sábados se va de fiesta con mi madre y aparecen al día siguiente, canturreando por la calle, deseando llegar a casa y comerse un bocadillo de chorizo.
Mi padre es muy de canturrear.
 
Mi padre es ateo, sindicalista, y comunista. Muy fiel a sus convicciones. Muy cabezón cuando sabe que tiene razón, y cuando no, también. Mi padre fué hippy, con pantalones de campana y rizos al viento y un gran parecido físico con Bunbury.

A mi padre no le gusta el fútbol, ni la tele, ni la vida de los demás. A él le gusta la ciencia. Le gustan los documentales, le gusta el espacio, y le gustan los elefantes a los que graban con cámaras disimuladas dentro de piedras. Ansía ver un documental sobre la rana tomate. 

Le gustan los bailes de salón. Le gusta salir de juerga.

A mi padre le gustaba que los sábados, a la hora de la siesta, me sentase en su cama y le cantase la canción de "En lo alto del manzano hay un pajarito". Soy la niña de sus ojos, no lo voy a negar. 

Mi padre está empeñado en que tenga un hijo, y nos vayamos a vivir cerca de ellos. Se enfada si alguna semana no podemos ir a verles. Se molesta si no hablamos a menudo por teléfono. Me llama descastada mientras se rie.

Mi padre quiere una casa en el pueblo, para poder ir a no hacer nada, o a tener un huertecito. Le gustan las plantas, y monear en el campo.

Le gusta la ginebra Larios, con hielo, un trozo de limón y Coca-Cola. Le gusta el Pacharán. Le gusta pasarse 3 horas comiendo. Le gustan mis albóndigas con tomate, mi lasaña, y mi cus-cús. Le encanta el dulce.

La paciencia de mi padre no tiene límites. En serio, no tiene.

Es un post aburrido, lo se. 

Pero es mi padre.



No hay comentarios: